domingo, 17 de junio de 2012

14. La Plaça Vella, l'àngel Tobies i els americans



 







Ens estem apropant ja als últims moments d’aquesta passejada per les lletres castelleres del Vendrell, tot i que encara tenim alguns textos a recordar. Després de deixar enrere la Plaça Pep Jai ens adrecem cap al nucli casteller de la vila, la Plaça Vella, espai on han tingut lloc alguns dels episodis més rellevants de la història del món dels castells.

Les referències textuals que podríem fer aquí en són moltes, però ens centrarem especialment en dos articles periodístics que tenen com a protagonista un altre dels emblemes del Vendrell –l’àngel Tobíes- i la seva relació amb els castells. Perquè, com diu un d’aquests articles, “L’Àngel és casteller”.



El ángel es “Casteller”


Nos complace reproducir a continuación el artículo que bajo el título indicado escribió para “La Vanguardia Espanyola” de Barcelona la Sra. María Dolores Serrano, en la sección “Del país y su gente”.

La Plaza Mayor del Vendrell tiene de mayor el adjetivo. No es por designarla. Personalmente, yo prefiero así las plazas mayores: chicas, irregulares, con cuatro árboles, la iglesia, el Ayuntamiento, una fuente, poca cosa más. Pero en la cima del campanario del Vendrell hay un ángel el cual traza la pirueta de la gracia, y en la fachada clásica de su Ayuntamiento dos pequeñas placas de mármol nos recuerdan que aquí, en esta pequeña plaza, el doce de enero de 1967, los “Nens del Vendrell” levantaron un “Pilar de sis” y el quince de octubre de 1951 el “tres de vuit”. En las dos lápidas hay la misma apostilla: “Castell no aconseguit en el que va de  segle”. Ambas cosas –el gesto del Ángel y el texto escueto de las lápidas- me parecen resumir, dentro de una simbología muy primaria, evidentemente, el espíritu del Vendrell, que es un espíritu con tendencia a la vertical y a la ascesis. A una ascesis difícil, pero que finge no serlo; a un elevarse jugando, a un equilibrio ligero y admirable que por su misma perfección, nos hace olvidar que el Ángel pesa una barbaridad de bronce y el “castell” una barbaridad de carne de “Casteller”. Y no es casualidad que los que colocaron el Ángel en la cima de su campanario fueran “castellers”. Es el viejo principio del “similla similibus”, de lo semejante con lo semejante. Y no quiero decir con esto que los “castellers” sean ángeles, sino que el Ángel es un “casteller” más, una especie de “anxaneta” estático, que hasta hace la “aleta” para más semejanza.

Me han explicado en el Vendrell que los “castellers” le pidieron al párroco un santo patrono, y que el párroco rebuscó en el santoral y dio con un san Zacarías, titiritero de oficio, cuya festividad se celebra el 15 de septiembre. No sé quien pueda ser ese santo acróbata. Puertos a seleccionar patrón, y no habiendo compromiso previo, yo hubiera votado más bien por José de Supertino, el tímido franciscano de arrebatos místicos que, al final de su vida, tenía en su haber tres mil horas de vuelo mal contadas. Claro que San José de Supertino es ya patrón de aviadores, y debe de ser un santo ocupadísimo; así que vaya por San Zacarías.

Este año, por san Zacarías, los “Nens  del Vendrell” se enfrentaban con una tarea supletoria, que era la de dejar bien claro que su reciente triunfo en Vilafranca del Penedès no había sido fruto de la casualidad, ni de la ausencia de posibles competidores. Y como eso de los “Castells” es vicioso, a las diez de la mañana estava yo en el bar de la gasolinera con los señores Rebentós Carner y Palau Rovira, a quienes debo uno de los mejores días de mi vida. Ellos me guiaron, me explicaron, me sumergieron de lleno en el mundo de los “Castells”. Un aire racheado agitaba los árboles de la plaza “y eso es malo para el equilibrio”. Y hacía frío, “y eso es malo porque las manos y los pies han de estar sudados para mayor adherencia en la ascensión”. Me explicaron que el “anxaneta” hace meses que vive en casa del “terç” por mor de la compenetración, y que lo cuidan “com un trabuquet”. Y que los castillos hay que verlos desde abajo, arrimando el hombro si es posible, porque un “castell és obra de tots”. Iban a intentar aquella mañana coronar un “Pilar de sis”, me dijeron; “y si lo consiguen, verá usted llorar una plaza”. Todo eso eran cosas hermosas, íntimas, como bucear el alma de un pueblo. Luego la traca atronó el rincón de la plazuela, y las paredes, tan próximas, se pasaban los ecos una a la otra, y se los devolvían multiplicados. La muchedumbre empezó a apiñarse en torno al “baix” para formar la “cassola” humana que sirve de base al pilar, y yo sabía que el “baix” se llamaba Joseph Miró, alias Isidret. Y luego subió el segundo, Antoni Ollé, con el cuello recio, las venas tensas; y yo sabía que aquella mañana había tenido que levantarse a las seis para dejar organizado el trabajo de cien empleados. Se encaramó después Pere Rosell, también llamado Pere Benet, “el millor terç del món”, el que cuida al “anxaneta com un trabuquet”. Por el mar de brazos y de hombros avanzaron más tarde Francesc Córdoba, alias Pisco, y Agustí Borne, y el pequeño Victoriano, tan frágil con sus siete años, y una expresión como vacía y transparente en el rostro. La columna oscilaba levemente forzando el equilibrio mientras Victoriano subía apoyándose en las manos, en las fajas, en los cuellos y en los hombros de sus compañeros. Cada gesto era un modelo de eficacia, de economía, de compenetración. Todos formábamos parte del pilar que se alzaba, de la tensión, del círculo mágico: el pilar era solo como una bandera, o como una flor de alto tallo que el viento meciera. Y cuando de todas las bocas nacía la palabra “Fet!”, el pilar se derrumbó en una cascado de manos, las que descendían y las que se alzaban parando la caída.

-------------------

Los entendidos dijeron que el “Pilar de sis” había sido coronado; es decir que Victoriano había logrado apoyar sus dos pies en los hombros de Agustí Borne, pero debo decir honestamente que, a mí, eso me trae sin cuidado. A la hora de contar puntos para un concurso el que Victoriano apoyara solamente un pie, o los dos pies, tendrá su importancia, qué duda cabe. A la hora de levantar un castillo, lo que importa es la emoción, la sensación extraordinaria de sentirte eslabón imprescindible de una cadena humana, parte de un todo, ser colectivo. Y que todas estas sensaciones, generalmente fastidiosas, cobren de pronto una significación primaria, exaltante, auténtica.

Todo esto, y más cosas aún, andaba yo rumiando durante la comida de fraternidad a la que tuve el honor de ser invitada. Las camisas rojas de los “castellers” ponían una nota de vivacidad alegre, y las “grallas” desgranaban su toque ácido, con resonancias de caramillo. Al final hubo discursos, muchos discursos, algunos lloraban y las lágrimas resbalaban hasta la copa del helado. Se habló de hermandad, de unión y de que el amor y la unión hacían un pueblo. Pero hay aún otros matices. Por ejemplo, que los “Castells” podrían ser la prefiguración de un mundo mejor, de una sociedad no compartimentada en ricos y pobres, en jóvenes y viejos, en propios y extraños. En la elaboración de un “Castells” no hay compartimentos estancos; hay en su base un hombre maduro, pero el “anxaneta” es un niño, y el “quint” un adolescente. Allí están mezclados ricos y pobres, gente de aluvión y gente de solera. Y aún hay más: allí, los hombres vuelven a ser niños y los niños aprenden a ser hombres. Y, en torno a ese equilibrio tan frágil que es el castillo humano, está la “cassola”, la piña que lo nutre, el trampolín que lo lanza.

La verdad es que hay materia de reflexión para rato, pero yo estoy cansada. Hasta me duelen las piernas. La solidaridad, llevada a ciertos extremos, tiene también sus contradicciones físicas, según voy notando.

María Dolores Serrano, 11 de noviembre de 1968














¿Los Nens del Vendrell en Norteamérica?

Tenemos que remontar los caminos de la historia hasta hace13 años; concretamente a finales de verano de 1958. Vendrell, villa que junto con sus constantes valores humanos siempre ha demostrado una profunda sensibilidad religiosa, mostrábase preocupado por su “Ángel del Campar”, su “Tobies”, como le llama familiarmente, se encontraba en lamentable estado por la acción del tiempo a través de las varias décadas transcurridas desde su última restauración. El problema era latente, cuando el entonces Sindicato Local de Iniciativas pidió a los vendrellenses que expusieran sus ideas para poder proceder a quitar su “Tobies” de lo alto del campanario para poder repararlo, para restituirlo seguidamente a su atalaya, desde la cual es firme y constante vigía de todos los vendrellenses.

Entonces fue cuando Juan Nin, “Clavetaire” (e.p.d.), a la sazón vice-presidente de la mencionada entidad, propuso en una conversación entre amigos: “I si féssim venir als americans amb un helicòpter a treure’l i después de restaurat, atornar-lo a posar?”. La idea pareció al principio descabellada, pero fue acogida con simpatía en toda la villa y se hicieron las laboriosas gestiones para llevar a cabo tan delicada misión.

Ni los más optimistas podían soñar que tan solo un mes escaso más tarde, concretamente el 16 de octubre, un helicóptero “Sikorsky II-19-B”, de las Fuerzas Aéreas Americanas, mandado por el coronel I. W. Preston, el comandante Wite W. Gentry y pilotado por el teniente Chester Y. Williams, surcaba el cielo vendrellense en busca de “Tobies”; pero así fue y después del delicado trabajo realizado en equipo entre unos esforzados vendrellenses y el grupo de americanos que se prestaron desinteresadamente, hubo gran fiesta en Vendrell, no pudiendo faltar, como es natural, los magníficos “Castellers Nens del Vendrell”, maravillando a nuestros visitantes, que a partir de aquel momento demostraron gran interés por esta manifestación desportivo-folklórica, tan arraigada en la capital del Bajo Panadés, que su historia está íntimamente ligada con los principales hechos acontecidos en Vendrell.

Una vez reparado el Ángel, el 30 de noviembre de 1958 concretamente, el mismo helicóptero de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas reponía de nuevo en lo alto del campanario a nuestro Ángel “Tobies”. Fiesta por todo lo grande, todo Cataluña estava en Vendrell. Banda de música americana, manifestaciones folkóricas de todos los tipos y, como siempre, los bravos “Nens del Vendrell”, que levantaron en esta ocasión el “Quatre de vuit”. Despertaron tanta emoción a los militares visitantes que dijeron no desdeñarían la ocasión para propagar a los cuatro vientos las gestas de los “castellers” vendrellenses.

Después, como agradecimiento, se entregó al Presidente Eisenhower un álbum fotográfico que comprendía los diversos actos de las dos gratas jornadas americano-vendrellenses, mostrándose vivamente interesado por nuestra villa, especialmente por los “castellers”, que le impresionaron sobremanera. Desde entonces, cada vez que se ha presentado la ocasión, se han estrechado cada vez más los lazos existentes, siendo visitada la villa vendrellense en cuantas ocasiones han tenido los amigos de la gran nación americana.

Hace algún tiempo se pensó en agradecer estas constantes visitas y demás muestras de afecta, con una actuación de los castellers en un portaaviones de la VI Flora Americana, pero un empeoramiento de la situación en el conflicto árabe-israelí no hizo posible esta muestra de agradecimiento de los vendrellenses, al tener que marchar rápidamente de Barcelona la escuadra allí anclada por unos días.

Ahora el deseo se ha hecho realidad. Con la visita a Barcelona de diversas unidades de la VI Flota Americana, se ha celebrado una gran jornada que es motivo de alborozo en toda la villa de Vendrell. El sábado día 6 de febrero, actuó el equipo de baloncesto de la escuadra contra nuestro C. D. Vendrell y la banda-folklore espectáculo de la VI Flora, que ha rescindido otras ofertas de actuaciones para poder colaborar en tan grata jornada, con un concierto-baile que tuvo lugar en el teatro “Tívoli” vendrellense por la noche de l mismo sábado.

Pero la nota descollante ha sido sin duda la actuación de los “Castellers Nens del Vendrell” en el portaviones “John Fitzgerald Kennedy, el de mayor tonelaje del mundo, anclado en las proximidades del puerto de Barcelona, accediendo a las peticiones de los mandos de la escuadra americana, informados por anteriores visitantes de nuestra vila de lo extraordinario de las actuaciones de la colla “Nens del Vendrell”.

Según informaron los oficiales de la escuadra al señor Alcalde de Vendrell, don Casimiro Coll, en días pasados, los ecos de la victoria de los “castellers” vendrellenses en el importante concurso de Tarragona, tuvo su eco hasta en la Casa Blanca, donde Vendrell cuenta con grandes amigos. El propio señor Coll nos comunica que se pondrá el máximo interés en realizar gestiones para un posible desplazamiento de la Colla de “Castellers Nens del Vendrell” a la nación norteamericana.

Ahora que se ha demostrado rotundamente la supremacía de los “castellers” vendrellense, coronando una gran labor que se ha venido realizando en las últimas décadas, erigiéndose definitivamente en primer lugar entre todas las collas castelleras, la primera nación del mundo, en muchos aspectos, muestra su interés para nuestros “castellers”, honra de la villa, y testimonio perenne de las virtudes de una población que vive y trabaja en pos de un mañana mejor.

Gran jornada la que vivió Vendrell el pasado sábado, ya que toda la población, uniéndose como en todo momento, a sus “castellers” y al grupo de americanos destacados en la villa para celebrar conjuntamente la jornada, dio una vez más prueba fehaciente de la gran unión necesaria para el logro de grandes empresas, tan grandes, si cabe, como los gigantescos “Castells” que montan y desmontan sus bravos “Nens del Vendrell”.

Josep M. Pros

El Baix Penedès, 13 de febrero de 1971





 







No hay comentarios:

Publicar un comentario